lunes, 22 de febrero de 2016

Gentes extrañas venidas del norte. Entrada 1: Introducción

El pueblo normando se hizo famoso por las incursiones que llevó a cabo en la Europa medieval, más concretamente entre los siglos VIII y XI. Toma su nombre del Ducado de Normandía, entidad territorial en la que se estableció una parte de la población escandinava en tierras francesas tras la rúbrica del tratado de Saint-Clair-Sur-Epte, firmado por el rey francés Carlos III conocido con el apelativo de "el Simple" y el caudillo nórdico Rollón. El pueblo normando ha pasado a la historia como un auténtico azote para los reinos europeos medievales, hordas de hombres del norte que aparecían en las costas de territorios como Britania, Francia o la Península Ibérica y que dejaban a su paso una ola de devastación en apenas unas cuantas horas, o a lo sumo pocos días. La fiereza de esas gentes no tardó en calar en la sociedad medieval, que temblaban de pavor con tan solo oír la palabra vikingo.

Las acometidas que los pueblos normandos llevaron a cabo en las costas europeas fue de gran importancia histórica, pues en apenas 250 años consiguieron establecerse en numerosos ámbitos y fundaron una serie de colonias que tendrían gran continuidad en el tiempo, así como un importante peso en el contexto y el devenir histórico de la Europa del Medievo[1]. Sus acciones más famosas pueden ser las que dieron como resultado la conquista de territorios como Normandía, Inglaterra o la formación de reinos como el Rus de Kiev o el de Sicilia, aunque no sólo saquearon estas áreas sino que otras regiones, como la península ibérica, fueron también objeto de sus razias y saqueos, aunque a posteriori no tuvieran la continuidad que brinda un establecimiento propiamente dicho, como sí ocurrió en los casos anteriormente mencionados. Las acometidas normandas peninsulares no hicieron distinción entre cristianos y musulmanes, y tanto los unos como los otros sufrieron las arribadas de estos pueblos.

Encontraban cualquier excusa como válida para saquear las costas atlánticas peninsulares, andalusíes e incluso las mediterráneas. Excusas tan variopintas como la peregrinación a la tumba del apóstol Santiago, el reabastecimiento de tropas tanto en un contexto cruzadista como reconquistador, o el vapuleo de los territorios andalusíes por el mero hecho de ser musulmanes[2], cualquier pretexto era tomado como bueno cuando de saquear se trataba.

Un verdadero quebradero de cabeza tanto para los monarcas y nobles hispánicos -que de por sí se hallaban en un contexto delicado de guerras intestinas, como en lucha continua contra los musulmanes andalusíes, y que se veían seriamente desestabilizados con estas incursiones- como para las gentes de los estamentos más pobres, que como siempre ocurre eran los que realmente sufrían la devastación de sus campos, el saqueo de sus pertenencias y el allanamiento de lo poco que poseían, esto cuando no eran aniquilados directamente, sino común entre los varones, o sufrían las violaciones reiteradas como ocurría en el caso de las mujeres y las niñas, que solían correr esa suerte cada vez que se veía aparecer un mascarón nórdico en el horizonte de la costa.

Es por estos actos por los que los Normandos han sido considerados durante años como una simple horda bárbara que no aportaba nada más que muerte, destrucción y calamidades en los territorios en los que ponían su atención. Y es cierto que se trató de un pueblo fiero y cruel en sus saqueos, pero no menos que lo fueron los demás fuera de sus dominios y sus contextos. Un ejemplo como tantos lo protagonizaron los nobles franceses de Gascuña y Langedoc durante la toma de Barbastro ocurrida en el año 1064, durante la cual se dedicaron a saquear la ciudad dejándola prácticamente reducida a escombros[3], actitud que les fue reprochada tanto por las autoridades monárquicas como por las eclesiásticas, aun tratándose de un territorio en manos musulmanas, pues éstos se dedicaron al pillaje y el saqueo como auténticas bestias, violando mujeres, asesinando hombres y niños ya fueran estos judíos, musulmanes e incluso cristianos, pues no hay que olvidar que en los territorios andalusíes la población cristiana tenía un gran peso demográfico.

El objetivo principal de esta serie monográfica será exponer las incursiones normandas que se registraron en la Península Ibérica y las consecuencias que éstas tuvieron en los reinos medievales de este contexto. Para ello hemos de recurrir a las fuentes escritas que se nos han conservado, pues el registro arqueológico directo en el ámbito peninsular es muy escaso. No así el indirecto, pues como se expondrá en próximas entradas, las arribadas normandas dejaron como consecuencia visible una serie de fortificaciones que acometieron algunos territorios para su protección contra futuros saqueos.

También hay que señalar que todo lo que tiene que ver con el universo vikingo se encuentra hoy muy de moda en la sociedad occidental. Prueba de ello son las numerosas publicaciones divulgativas que dedican auténticas monografías a estos pueblos y sus invasiones. Medios que van desde revistas, a la radio o la televisión. Un ejemplo claro es el éxito que ha tenido en los últimos años la serie Vikings, producida por Canal de Historia y que narra las peripecias del caudillo vikingo Ragnar Lothbrok en un contexto semificticio.

Es por ello que la historia nórdica se encuentra viviendo una época dorada en la actualidad, y tanto para los círculos académicos como para los más profanos es un tema muy en boga y que levanta pasiones.




[1] MORALES ROMERO, E. Historia de los vikingos en España, Miraguano Ediciones, Madrid, 2004 pag. 13.
[2] GARCÍA FITZ, F. Y NOVOA PORTELA, F. Cruzados en la reconquista, Marcial Pons Historia, Madrid 2014 pp. 68-124.
[3] GARCÍA FITZ, F. Y NOVOA PORTELA, F. Ibídem. pp. 56-64.

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