lunes, 17 de marzo de 2014

Moby Dick: La ballena dentada más grande y otras curiosidades de la misma

Hola a todos. Yo soy María y hoy, como primera entrada que escribo en este blog, voy a hablaros de uno de mis cetáceos favoritos. EL GRAN MOBY DICK! (o LA gran, porque no sé si era macho o hembra)


Como ya he adelantado en el título, Moby Dick es uno de los cetáceos dentados con las dimensiones más grandes, ya que llegan a alcanzar hasta los 21 metros. A Moby Dick la pintaban como la ballena más agresiva y mortífera de las aguas, pero lo cierto es que los cachalotes poseen un carácter muy majete y son muy familiares.
A continuación, procedo a describir un poquito cómo es esta gran ballena, qué cosas la distinguen del resto y curiosidades de la misma.

ATAQUES Y COMPORTAMIENTO SOCIAL:

El atacante no humano más común de los cachalotes es la orca, pero los calderones y las falsas orcas también los atacan. Las orcas amenazan a los grupos de hembras con crías, normalmente intentando aislar y matar a un individuo joven. Las ballenas hembras repelen estos ataques rodeando a su cría. Los adultos usan su cola contra las orcas dando la cara a las crías, o de frente, luchando con sus dientes. Esta "formación en margarita" es también empleada para auxiliar a un miembro lesionado de la manada, un comportamiento que los primero balleneros explotaron, atrayendo así a las demás ballenas hiriendo solo a uno de los miembros del grupo.

 
"Formación en margarita"


ALIMENTACIÓN: 

Los cachalotes se alimentan de varias especies, de las cuales, las más significativas son: el calamar gigante, el calamar colosal y los pulpos. También suelen alimentarse de diversos peces como las rayas, pero la mayor parte de su dieta consiste en calamares.
Casi todo de lo que se conoce de los calamares de las profundidades ha sido a partir de lo que se ha encontrado en el estómago de ejemplares de cachalote capturados y del análisis de su materia fecal.
Las supuestas batallas con los calamares colosales nunca han sido observadas por humanos, sin embargo las cicatrices que se han encontrado sobre sus pieles indican que habrían sido causadas por grandes calamares.


 
"Segmento de piel de cachalote marcada por cicatrices causadas por ventosas de grandes calamares"


"Batalla entre cachalote y calamar colosal"


CEREBRO Y SENTIDOS

¿EN QUÉ CONSISTE LA ECOLOCALIZACIÓN?


Como otros odontocetos (cetáceos con dientes), los cachalotes usan la ecolocalización como medio para encontrar comida, orientarse y comunicarse. 
Se trata de un proceso que consiste en emitir un sonido e interpretar su vibración. Ayuda a las ballenas a navegar y ver su entorno incluso en oscuridad y aguas turbias. El cachalote emite chasquidos o vibraciones de alta frecuencia enfocados en un ángulo amplio de visión y éstos rebotan en la presa u objetos llegando de nuevo a la ballena y proporcionándole información visual. 
Genera sonidos pasando aire desde los orificios nasales óseos a través de los labios fónicos, una estructura que se encuentra en el interior de su cabeza. El cráneo, el melón y varios sacos de aire en la cabeza del cachalote, juegan un papel fundamental en la transmisión y recepción de sonidos. 
El melón es un órgano ovalado de naturaleza lipídica que se localiza en la parte frontal de la cabeza y que actúa como una "lente" para concentrar las ondas sonoras. 
Los ecos se reciben en la mandíbula inferior, que actúa como un receptor. A continuación, se  transmiten al oído interno. El lapso de tiempo que se produce entre el sonido del cachalote y el eco, le permite a éste determinar la distancia de un objeto.

File:Delfinekko.gif


CAZA HISTÓRICA: 

¿QUÉ ES EL ESPERMACETI?


El espermaceti es una cera o aceite blanquecino que se conoce también como "blanco de ballena" o "esperma de ballena".
Esta cera está presente en las cavidades del cráneo del cachalote y en las grasas vascularizadas de todas las ballenas y sirve para ajustar la flotabilidad de las ballenas. Antes de la inmersión, el agua fría hace contacto con la cavidad donde se encuentra la cera y la solidifica. El incremento de la densidad genera una fuerza menor y permite a la ballena descender con menos esfuerzo. Durante la caza, el consumo de oxígeno produce calor y derrite el espermaceti, incrementando la flotabilidad y facilitando el regreso a la superficie.

El espermaceti se obtenía en la caza de ballenas y los balleneros lo consideraban un recurso muy valioso debido al elevado precio al que podía venderse. Esta sustancia se ha usado por el ser humano, principalmente en la industria de cosméticos, trabajos con cuero, como lubricante, en la fabricación de velas, como excipiente farmacológico (sustancia inactiva que se mezcla con los medicamentos para darles consistencia, forma, sabor y facilitar su utilización)...
Las cabezas de los cachalotes eran izadas a cubierta o atadas a un lado del barco donde los balleneros podían hacer un agujero en la cavidad. El espermaceti se sacaba con un cubo o un ballenero entraba en el agujero y retiraba el fluido manualmente, que posteriormente, era almacenado en barriles. 
Una ballena grande podía tener hasta tres toneladas de espermaceti.




El gran Brygmophyseter shigensis

El Brygmophyseter es el antepasado de los cachalotes. 
En los profundos mares prehistóricos, estos cachalotes estaban entre las ballenas más grandes y feroces de su tiempo. A su lado, las orcas actuales resultan minúsculas.

Cuando los paleontólogos estudiaron el ADN de esta ballena descubrieron que las ballenas están extremadamente relacionadas con los animales cuyas extremidades terminan en pezuñas. En particular con el cerdo y el hipopótamo.

En el mioceno viajaban en manadas de 6 o 7 individuos conducidos por un macho dominante y eran un grupo muy organizado, de manera que estas ballenas tenían más éxito en sus cacerías, a diferencia del gran megalodon, con quién compartían aguas y rivalizaban constantemente.
Separarse del grupo podía resultar desastroso, principalmente frente al megalodon.

Las dimensiones de su cuerpo y el hecho de que cazasen en manada, convertía a estos cachalotes en criaturas letales, pero su arma más poderosa eran los dientes. Lo que hace del Brygmophyseter un cachalote tan increíble es que tiene dientes en la parte superior e inferior de la boca (en total 44 dientes del tamaño de los del Tiranosaurio).

Probablemente entre su dieta se encontraban calamares, tiburones, peces y pequeños mamíferos.
Para encontrar a sus presas, fuese cual fuese el estado del agua, este cachalote se servía de su propio método de percepción sensorial: El sónar. 
Se trata de un sentido muy fino de ecolocalización asociado al cerebro. Es una característica única de las ballenas dentadas y en los cachalotes está especialmente desarrollado. Lo cierto es que el sónar no solo servía para encontrar alimentos, también era un arma que podía llegar a matar. Los cachalotes tenían la capacidad de concentrar más el haz de ondas y utilizarlo como un arma contra potenciales presas o depredadores. 

Grupo de Brygmophyseters atacando a un Megalodon.




Es un tema bastante específico, pero espero que haya gustado a quién lo haya leído.
¡Un saludo y hasta la próxima!

viernes, 7 de marzo de 2014

Los grandes errores de God of War y las películas basadas en la mitología

God of War, uno de los videojuegos más famosos de PlayStation, fue lanzado al mercado un ya lejano 22 de marzo de 2005. El juego, que narra la trágica y sangrienta historia de Kratos, héroe espartano al servicio de los dioses del Olimpo, resultó un verdadero éxito desde el momento de su lanzamiento, por lo que el estudio Santa Mónica se puso manos a la obra inmediatamente para dar vida a una secuela. Así, en 2007, Sony Computer Entertainment presentó God of War II, que cosechó un éxito aún mayor que el de su predecesor y demostró que la saga God of War tenía un brillante futuro por delante. Tras God of War II llegaron distintas precuelas como God of War: Betrayal, God of War: Chains of Olympus, God of War: Ghost of Sparta y el reciente God of War: Ascension, además del espectacular desenlace de la serie de videojuegos, God of War III.

Portada original de God of War
para PlayStation 2.

Uno de los mayores atractivos de la saga God of War, junto con su intuitivo sistema de jugabilidad, la sorprendente calidad del apartado gráfico y la emotividad de su banda sonora, fue sin duda la grandeza de su argumento, unida estrechamente a la colorida temática mitológica de cada una de sus entregas. Según sus desarrolladores, el objetivo de God of War era emular las épicas historias narradas por las películas más famosas del género péplum, como Jasón y los Argonautas (1963) o Furia de titanes (1981). Así pues, personajes como los dioses olímpicos, la terrorífica Medusa y otros elementos inolvidables de la mitología griega que han aparecido hasta la fecha en tantas historias de Hollywood constituyeron un ingrediente más que necesario en la construcción de las aventuras de Kratos. No obstante, a pesar de que God of War triunfó en su propósito de narrar una historia tan grande y épica como la mayor de las epopeyas griegas, la saga de videojuegos ha resultado estar plagada de pequeñas (y a veces enormes) incoherencias históricas y mitológicas. En esto, por lo tanto, también emula a las películas en las que se inspiraron los creadores del fantasma de Esparta, ya que el rigor histórico y mitológico nunca ha sido el fuerte del cine.

Portada de Jasón y los Argonautas, 
dirigida por Don Chaffey.

Por regla general, en la literatura de la Antigüedad, las increíbles historias de la mitología griega parecen transcurrir en un pasado remoto y fantástico, situado más allá de cualquier periodo histórico verídico. Sin embargo, a pesar de la ambigüedad y los anacronismos que gobiernan los mitos griegos, éstos pueden emplazarse sin lugar a dudas en un contexto histórico muy concreto: el periodo de la Grecia micénica, una civilización varios siglos anterior y muy diferente a la Grecia clásica conocida por todos. En esta Grecia micénica no existían aún los famosos iconos de “lo griego” fácilmente identificables hoy en día, como, por ejemplo, los cascos corintios con su flamante penacho en forma de cepillo, los escudos circulares sostenidos con firmeza por los 300 espartanos durante la batalla de las Termópilas o los enormes templos de columnas de mármol y frontón triangular como el Partenón de Atenas. Tampoco se usaba en esa época el alfabeto griego que hoy en día se estudia en los institutos, pues los micénicos no hablaban ni escribían exactamente la misma lengua que sus lejanos descendientes, los griegos de la Antigüedad Clásica. Es decir, de haber existido Hércules, el héroe más famoso de la mitología griega, éste en nada se parecería al típico soldado hoplita armado con lanza y escudo con una letra griega que a todos nos viene a la mente al pensar en un “griego antiguo”. Para entendernos, del mismo modo que para nosotros las historias de vikingos o romanos presentan el encanto de una época remota y pasada muy distinta de la nuestra, la época que describía la mitología griega les parecía a su vez antigua y remota a los propios griegos del periodo clásico.  

Aspecto aproximado del auténtico armamento de 
los guerreros micénicos. Sus escudos solían tener 
forma de reloj de arena, mientras que algunos de sus 
cascos llevaban los cuernos que, ya que nos ponemos 
a despotricar, los vikingos jamás llevaron
 salvo en contadas excepciones. 

God of War participa del mismo error que las demás películas y videojuegos ambientados en el mundo de la mitología griega: mete en un mismo saco la Grecia clásica y la micénica, situando en una misma e imposible época, por ejemplo, a Perseo y al famoso rey Leónidas, entre los cuales transcurrieron al menos mil años, si no más, según la mitología griega. Otro error atribuible a la saga de God of War es la equivocada representación de dioses y titanes en cada una de sus entregas. En primer lugar, quizás debido a la cultura popular, el gran Zeus es retratado como un anciano de barba blanca y voz áspera. En la mitología griega, sin embargo, Zeus no era imaginado como un simple anciano, sino como un formidable rey guerrero de mediana edad, con unas cejas y un cabello oscuros y una voz atronadora. Del mismo modo, el dios del inframundo, Hades, es comúnmente representado como un ser monstruoso y demoniaco, pues, tratándose del rey del infierno, ¿qué otro aspecto podría tener? En la mitología griega, no obstante, Hades era tan humano y apuesto como el propio Zeus, ya que, aunque gobernaba el reino de los muertos y comandaba a los dioses de las tinieblas, no formaba parte de su siniestra familia, sino que procedía del resplandeciente linaje de los dioses olímpicos. De hecho, se le solía llamar el “Zeus de abajo”.

Zeus, joven y con el pelo negro, 
en una cerámica del siglo V a.C.

Tampoco eran monstruosos (ni tenían un tamaño gigantesco) los poderosos titanes, quienes pertenecían a la misma raza de seres inmortales que los dioses del Olimpo. De hecho, la palabra “titán” designa simplemente a cualquier dios de la generación de Cronos, y no a un tipo diferente de criatura. Fueron poetas como Ovidio quienes confundieron la apariencia de los titanes con la de los monstruosos gigantes en sus obras, legándonos el adjetivo “titánico” como equívoco sinónimo de “gigantesco”. Tampoco la diosa Gea tenía apariencia de gigante como en God of War, pues ni siquiera era un titán, sino el propio planeta Tierra, dotado de vida y consciencia al igual que su consorte Urano, el cielo. Se puede encontrar también en la saga de God of War otra grave confusión similar a la de los titanes y los gigantes: en God of War III, el Caos es presentado como el desorden violento e incontrolable de los elementos de la naturaleza. Sin embargo, el Caos en la mitología griega es de hecho la nada, el vacío primordial en el que aún no existían ni siquiera la tierra y el cielo. Sería, de nuevo, mucho más tarde cuando los autores de la Antigüedad comenzaran a asociar la noción de caos al desorden.

Otro error nacido sin duda de la falta de documentación por parte de los desarrolladores, y puede que esto decepcione a los fans del aspecto más gore de la saga, es que los dioses carecían de sangre, debido a que no se alimentaban de comida terrenal, sino de néctar y ambrosía, alimentos mucho más sutiles y dignos de los inmortales. En vez de sangre, por lo tanto, corría por sus venas un icor o fluido transparente y cristalino. Así pues, los incontables litros de sangre divina derramada por el cabreado Kratos son, en realidad, un gran error (cabe el consuelo de pensar que, según algún autor que otro, los dioses sí que poseían glóbulos rojos).

Como último apunte, entrando de nuevo en el terreno de la historia más que en el de la mitología, la arquitectura mostrada tanto en películas como en la saga de God of War presenta a menudo muchos más elementos pertenecientes a la arquitectura romana que a la griega, ya que los griegos no solían utilizar arcos ni bóvedas en sus construcciones sino simple arquitrabe y, que se sepa, tampoco usaban cristal o vidrio para ventanas o vidrieras.

Copia romana de un busto de Hades 
del siglo V a.C. Sin cuernos ni fuego.

Teniendo todo esto en cuenta, y obviando las licencias artísticas de los desarrolladores y errores menores como, por ejemplo, el cabello negro de “la rubia Perséfone” y un Teseo de mayor edad que Perseo (el cual es, de hecho, su lejano antepasado) resulta evidente que la saga de God of War aprueba el apartado mitológico con un suficiente más bien raspadito. No obstante, a pesar de sus abundantes incongruencias y anacronismos, de algún modo, la historia de God of War posee un encanto lo suficientemente grande como para hacernos olvidar de buena gana todos estos detalles y sumergirnos durante horas en un agradable y aparentemente consistente universo de fantasía. Después de todo, los propios mitos presentan a menudo numerosas contradicciones entre ellos. Pero eso sí, sería de agradecer que, en un futuro, y para variar, cualquier historia basada en la mitología griega respetara un poco más los auténticos mitos y no se basara, como siempre, en estereotipos y concepciones erróneas. La Wikipedia está al alcance de todos.

jueves, 6 de marzo de 2014

Espada y brujería: Conan el cimmerio

Lo primero en lo que uno piensa al oír el nombre de Conan el bárbaro es un Arnold Schwarzenegger hipermusculado, en taparrabos y con la asombrosa habilidad interpretativa de un boniato. Sin embargo, ni Conan, el bárbaro (1982) ni su secuela, Conan, el destructor (1984), surgieron de la mente de un guionista de Hollywood a partir de la nada. En realidad, las oscuras y mugrientas películas de los ochenta, a pesar del encanto que las caracteriza, son una cuestionable adaptación de los relatos de aventuras del escritor estadounidense Robert Ervin Howard. 

Póster de Conan, el bárbaro, 
dirigida por John Milius.

Robert E. Howard llegó a publicar infinidad de relatos sobre Conan en la década de los años treinta del siglo pasado. Todos ellos pertenecen al género de la espada y brujería, un subgénero de la fantasía épica que hunde sus raíces en multitud de otros géneros literarios pero que, no obstante, es muy fácil de identificar: si una historia gira en torno a un estoico guerrero que se enfrenta a un hechicero malvado o busca un antiguo tesoro maldito en un mundo oscuro y primitivo plagado de horrendos monstruos, siniestras deidades y atractivas doncellas semidesnudas, entonces, probablemente, se trata de una historia de espada y brujería. Robert E. Howard fue uno de los padres de este género. Publicó sus relatos en revistas pulp como Strange Tales of Mystery and Terror Weird Tales, las cuales no sólo narraban historias de fantasía heroica, sino también de terror, ciencia ficción, western y todos los géneros que un ser humano digno y respetable disfruta. El propio George Lucas, creador de Star Wars e Indiana Jones, leía historias pulp de todo tipo, incluyendo, por supuesto, las de ciencia ficción.

Conan, el bárbaro. En los relatos, Conan 
posee una melena leonada de intenso color negro 
y ojos azules.

El Conan original era, como su homólogo cinematográfico, un bárbaro gigantesco cuyas aficiones eran, principalmente, amar a hermosas mujeres, repartir leña a sus enemigos en mitad del campo de batalla y adentrarse en tenebrosas mazmorras repletas de monstruos con la misma tranquilidad de aquel que sale a comprar el pan todos los días. Sin embargo, a diferencia del personaje interpretado por el "actor" austriaco, el Conan de los relatos originales poseía una personalidad muy marcada, reflejo sin duda de las aspiraciones del propio Robert E. Howard, un hombre de acción y poeta al mismo tiempo. En sus relatos, Conan el bárbaro es un hombre de mirada torva y salvaje que no dudaría en destripar a alguien con sus manos desnudas si lo juzgara necesario. Incluso disfrutaría con ello. Sin embargo, Conan posee también una profunda inclinación hacia la reflexión y la melancolía, además de una inteligencia y astucia propias del mismo Ulises. Pero lo que hace de Conan un personaje verdaderamente especial es que se trata de una suerte de superhombre nietzscheano en sandalias: sabe mejor que nadie que no existe propósito alguno en la vida, que los hombres están condenados a una existencia corta y desprovista de sentido, y por ello se lanza a la aventura sin nada que perder, consciente de que vivir o morir, al final, no importan. En palabras del propio Conan: 
«Viviré mientras viva; conoceré los ricos jugos de la carne roja y el punzante vino en mi paladar, el abrazo cálido de níveos brazos, la loca exaltación de la batalla cuando las hojas azuladas de las espadas centellean tiñéndose de carmesí, y estoy contento. Que maestros y filósofos pierdan el tiempo discutiendo los secretos de la realidad y la ilusión. Yo sólo sé una cosa: si la vida es una ilusión, yo lo soy también, y siendo así, entonces la ilusión es real para mí. Vivo, ardo con vida, amo y mato, y estoy contento.»
Además de este tipo de reflexiones, sombrías y esperanzadoras al mismo tiempo, los relatos de Conan contienen, como hemos dicho, elementos de fantasía como bestias imaginarias, magia y hechiceros y tesoros legendarios enterrados en lúgubres criptas. Sin embargo, la fantasía de Conan se encuentra muy lejos del aburrido pastiche de elfos, enanos y dragones que hoy en día infesta la literatura fantástica a imitación, triste imitación en mi opinión, de "El Señor de los Anillos" de J. R. R. Tolkien. Por el contrario, el mundo de Conan es un mundo de una frescura y originalidad increíbles, construido con paciencia por el propio Robert E. Howard a partir de retazos de historia antigua y medieval, mitos y leyendas de todo tipo. Conan no vivió, por tanto, en mundo de fantasía genérico y trillado, medieval y anglosajón, sino que habitó en nuestro propio mundo en una era ya olvidada enmarcada entre el hundimiento de la Atlántida y la expansión de los pueblos indoeuropeos: la era Hiboria, dotada de una profundidad y un realismo sorprendentemente originales.
«Sabe, oh príncipe, que, entre los años del hundimiento de la Atlántida y las resplandecientes ciudades bajo los océanos y los de la aparición de los hijos de Aryas, hubo una edad olvidada en la que el mundo estaba cubierto de brillantes reinos como mantos azules bajo las estrellas [...] Y allí llegó Conan, el cimmerio; cabello negro, adustos ojos, espada en mano; ladrón, saqueador, asesino de gigantesca melancolía y gigantesco júbilo; para pisar los tronos enjoyados de la Tierra con sus sandalias.»
Como decía, es muy fácil inventarse un mundo de marca blanca, situado Dios sabe dónde en el universo de la fantasía, y poblarlo con personajes de nombres aleatorios que intentan sonar a algo "épico". Pero Robert E. Howard no cayó en ese error. En sus relatos, expandió la historia de la humanidad unos cuantos milenios hacia el pasado, ideando fabulosos reinos y ciudades sobre cuyas cenizas se erigirían, más tarde, las primeras ciudades de Egipto, Mesopotamia y Grecia. Howard jugaba así con la realidad y la ficción, logrando que, en sus relatos, el mundo real no fuera sino una consecuencia, digamos arbitraria, de la verdadera realidad: la antigua edad Hiboria. Así, en el universo de Conan el bárbaro, los antiguos egipcios fueron los descendientes de los siniestros estigios de la edad Hiboria; los romanos habrían de compartir la misma gloria imperial que el poderoso reino de Aquilonia; los celtas, a su vez, descenderían de los salvajes cimmerios, con los cuales se identificaba el propio Howard, de ascendencia irlandesa; mientras que acadios, babilonios, hebreos y árabes serían los sucesores de los antiguos reyes hiborios de las praderas de Shem. 

Mapa del continente hiborio, superpuesto a la geografía 
actual de Europa y parte de África y Asia. Cuando los 
mares se adentraron en la tierra y nuevos territorios 
emergieron del océano, nació nuestro mundo. 

Robert E. Howard dio vida también a otros personajes como Solomon Kane, el adusto puritano inglés que combate la brujería con su espada, ya que no sólo escribió sobre fantasía heroica. Llegó a publicar historias de indios y vaqueros y sobre las aventuras del intrépido picto Bran Mak Morn, un guerrero escocés que combatió a los romanos como una especie de Astérix serio y sangriento. Escribió también historias sobre guerras y asedios medievales y viajes fabulosos, e incluso sobre célebres boxeadores, ya que el boxeo era una de sus principales aficiones. Porque Howard era escritor y poeta, pero eso no le impedía mantenerse en una forma física excepcional y disfrutar del combate cuerpo a cuerpo al estilo de autores clásicos como Esquilo, dramaturgo y soldado al mismo tiempo, quien compuso sus tragedias tras machacar sin piedad a unos cuantos cientos de persas apuntándose a las batallas más importantes de las guerras médicas. Lo que une todas las historias de Howard es una exótico contexto histórico y valores caballerescos como el arrojo en el campo de batalla y el desprecio a la muerte, la nobleza de espíritu, el valor y el amor por la belleza. Pero una de las características más destacables de los relatos de Howard y, en concreto, de Conan el bárbaro, es ese aura de inquietante terror cósmico que salpica casi todos sus relatos, presente también en la obra de sus dos grandes amigos: Howard Phillips Lovecraft y Clark Ashton Smith. Cualquiera que haya leído algo de estos autores habrá deducido que, a diferencia del común de los mortales, éstos albergaban en su mente un sinfín de turbadoras ideas sobre malignos y gigantescos dioses del espacio exterior, ciudades levantadas en el pasado por manos no humanas y entidades de apariencia y naturalezas incomprensibles para el hombre. No podía salir de sus plumas, por lo tanto, nada demasiado ingenuo ni aburrido, sino todo lo contrario: un vendaval de monstruos, oscuros rituales y divinidades infernales, que precisamente constituían la esencia de los relatos de Conan.

Conan en el cómic. Por Tomas Giorello. 
Las adaptaciones al cómic suelen ser más 
fieles a la obra original por regla general. En esta 
imagen, el autor ilustra el poema "Cimmeria" 
compuesto por el propio Robert E. Howard.

En su Texas natal, Howard había vivido siempre inmerso en un asfixiante aislamiento social y cultural. Cuando el 11 de junio de 1936 su madre, enferma de tuberculosis, entró en coma, el autor de Conan decidió quitarse la vida. Desde el punto de vista de muchos críticos, fue uno de los escritores de fantasía y ficción histórica más relevantes de nuestra época. Hoy en día, existen películas, series de televisión, videojuegos, comics, figuras coleccionables y juegos de mesa sobre sus personajes. Sin embargo, Howard murió en soledad y abrumado por los problemas económicos propios de un escritor de un género que no sería tomado en serio hasta nuestros días. Como el propio Howard dijo a través de Conan: «En este mundo, los hombres se esfuerzan y sufren en vano [...] Al morir, sus almas se adentran en un reino brumoso y gris de nubes y vientos gélidos, para errar sin esperanza por toda la eternidad.» Desde aquí, animo a todo aquel que esté interesado en el mundo de la fantasía y la historia a que lea sus relatos como homenaje póstumo a este gran escritor, para que al menos su obra no se pierda en las brumas del olvido. 

Los relatos de Conan no guardan orden alguno, ya que Howard los escribió como si el propio Conan hubiera contado sus memorias a un cronista en distintas ocasiones y de manera desordenada. Yo sugiero comenzar por los seis primeros y dejar La hora del dragón para el final:
  • El fénix en la espada.
  • La Torre del Elefante.
  • La reina de la Costa Negra (mi preferido).
  • La hija del gigante helado.
  • El coloso negro.
  • El dios del cuenco.
  • La ciudadela escarlata.
  • Sombras de hierro a la luz de la luna.
  • Xuthal del crepúsculo.
  • El estanque del negro.
  • Villanos en la casa.
  • El diablo de hierro.
  • El valle de las mujeres perdidas.
  • El pueblo del Círculo Negro.
  • Nacerá una bruja.
  • El negro desconocido.
  • Los sirvientes de Bit-Yakin.
  • Más allá del río Negro.
  • Los antropófagos de Zamboula.
  • Clavos rojos.
  • La hora del dragón. La única novela de Conan escrita por Robert E. Howard. La historia más grande del personaje, un final espectacular para sus aventuras.

lunes, 3 de marzo de 2014

Una cuestión de justicia

Si mencionamos el descubrimiento de la estructura de la molécula de ADN es posible que se nos vengan unos cuantos nombres a la cabeza, como los de Watson y Crick, incluso tengamos un vago recuerdo de Wilkins, pues fueron éstos científicos los que recibieron el premio nobel, por su publicación científica del año 1953 en la que desentrañaban la ''doble hélice''.

El trabajo, sobre todo el de Watson y Crick, está fuera de toda duda, ya que de un cúmulo de información desorganizada, y valiéndose de recortes de metal y cartón, pudieron construir un modelo estructural a escala de la molécula de ADN que convenció a la comunidad científica internacional, y que posibilitó que hoy en día contemos con los avances en biología molecular, de los que disponemos (PCR, OSNA, EGFR, determinación HPV...).


Si bien podemos reconocer a éstos dos científicos como parte muy importante del avance científico de mediados del siglo XX, es de justicia recordar que el papel de Wilkins en todo esto no está claro, pues son muchos los que piensan que se valió del trabajo de un colega de profesión que la historia dejó de lado. Esta persona era Rosalind Franklin, la maravillosa científica que dio la clave para descubrir, que definitivamente, la estructura del ADN estaba compuesta de una doble hélice de nucleótidos, dispuestos con las bases nitrogenadas hacia el interior de la misma, y de manera antiparalela. Fue ella, la que gracias a su gran conocimiento en el mundo de la cristalografía, los rayos X y una revolucionaria técnica, tomó la imagen que quedaría para la posteridad, del patrón ''en cruz'', que hizo pensar a Watson en la doble hélice. 

Fotografía del patrón en cruz, tomada por Rosalind Franklin

¿Y cómo llegó esta fotografía hasta Watson y Crick?, pues fácil, según las malas lenguas, de la mano de Wilkins, un envidioso compañero de laboratorio, que no soportaba que una mujer lo hubiera superado en el campo de la ciencia, y que habría robado esta fotografía de su despacho, luego habría acordado con Watson y Crick, que se le tuviera en cuenta como parte de la investigación, lo que posibilitó que éste ganara el nobel junto con los otros dos. Estamos hablando de los años 50, donde el papel de la mujer era poco más, que el de ser una buena esposa y una abnegada ama de cría. El mundo machista de esta época no estaba preparado para que una mente como la de Rosalind se albergara en un cuerpo femenino, y por eso, es difícil encontrar su nombre en los libros de texto, como el de otras tantas mujeres que fueron despojadas del reconocimiento propio a su talento por culpa de la envidia y el yugo hegemónico del hombre.

Rosalind Franklin moriría en 1958, de cáncer, muy probablemente causado por las radiaciones, ya que estaba expuesta con mucha frecuencia a éstas en sus investigaciones. Dejó este mundo sola y sin ningún tipo de reconocimiento por parte de la comunidad científica, y es por eso, que hoy desde aquí queremos recordarla, por ser una de las mentes que más han contribuido a que la medicina moderna sea lo que es hoy en día.

Rosalind Franklin observando al microscopio

domingo, 2 de marzo de 2014

Star Wars y la mitología: El poder de la Fuerza en la Antigüedad

Star Wars es una de las sagas cinematográficas más famosas de la historia de la gran pantalla. Aunque, en esencia, sus seis episodios (tres para aquellos que se niegan a aceptar las precuelas como parte de la saga) han sido encasillados de manera simplista dentro del género de la ciencia ficción, Star Wars comprende en realidad elementos pertenecientes a muchos otros géneros, como sucede en tantas otras obras de ciencia ficción.

Póster de Star Wars (1977).

En primer lugar, puede verse un claro toque de western en el personaje de Han Solo, uno de los personajes más badass de la historia del cine y la literatura, así como en la oscura cantina repleta de forajidos del puerto espacial de Mos Eisley, la cual se parece al típico saloon de las películas del oeste. También es fácil reconocer influencias del cine de samuráis en Star Wars: el propio atuendo de Darth Vader se asemeja al equipamiento de un auténtico samurái, mientras que las espadas láser, evidentemente, desempeñan una clara función de catanas espaciales bastante chulas. La fantasía también juega un papel importante dentro del universo de Star Wars, ya que la Fuerza, un misterioso poder nacido de la vida y que mantiene unida la galaxia, parece trascender las fronteras de lo "científico" para adentrarse en el mundo del misticismo y la magia. Y, como no puede faltar en toda historia de aventuras, a lo largo de todas las películas hay un componente de romance que, en este caso, afortunadamente, no llega a ser empalagoso. Sin embargo, una de las mayores influencias en Star Wars es el género épico: historias sobre cruentas guerras y viajes fabulosos, horrendos monstruos y valientes héroes que combaten a sus enemigos con la ayuda de fuerzas superiores para alcanzar un glorioso destino.

Al igual que la saga de Star Wars, las mayores historias épicas y mitológicas de la Antigüedad y la Edad Media giran en torno a personajes de sangre real, destinados a tomar sus armas y enfrentarse a sus enemigos en medio de una trama de amor y violencia. Sin ir muy lejos, el tema principal de la célebre Ilíada, sin duda el poema épico más famoso del mundo occidental, es la cólera de Aquiles, "cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes" en palabras de Homero. No es difícil ver a un moderno Aquiles en el atormentado Anakin Skywalker, quien, bastante cabreado, también causó infinitos males no a los aqueos o griegos, sino a sus compañeros de la orden Jedi. Es fácil, por lo tanto, encontrar paralelismos entre distintas obras de la Antigüedad y la creación de George Lucas. Una de las coincidencias más curiosas se esconde precisamente entre los versos del Libro VI de la Eneida, obra del poeta latino Virgilio, quien describió las aventuras del troyano Eneas, antepasado de Rómulo y Remo, fundadores de Roma. 

Cuando Eneas, hijo de Venus, diosa del amor, desciende al inframundo, el anciano espíritu de su padre le revela el funcionamiento del universo. A través del canoso Anquises, una suerte de Obi-Wan Kenobi de la Edad del Bronce, de manera sorprendente, Virgilio describe la Fuerza de una forma muy parecida a como el propio maestro Yoda se la describiera a Luke Skywalker en "El Imperio Contraataca". Este pasaje de la Eneida, evidentemente, no debió ejercer ningún tipo de influencia directa en la fantasía de George Lucas, pero la similitud entre el pensamiento de un poeta romano y un alienígena verde de una galaxia muy, muy lejana no deja de ser inquietante:

«Tú, hijo, has de saber primeramente
que al Cielo y Tierra y Campo cristalino,
a Estrellas, Sol y Luna refulgente
anima un cierto Espíritu divino;
una inmortal y sempiterna Mente
mueve la mundial máquina contino:
toda en todos sus miembros difundida
y al gran cuerpo mezclada le da vida.
Esta infusión da vida al bando humano
y a cuantas aves vemos y animales
y a cuantos monstruos cría el Oceano
bajo de sus clarísimos cristales,
cuyas simientes tienen soberano
origen y vigores celestiales
en cuanto el tardo y mortal cuerpo admite
que con el ánima inmortal compite.»

¿Hasta qué punto es esto una coincidencia y no el fruto de la inspiración divina? Homero, Hesíodo, nuestro amigo Virgilio y hasta el propio Platón, entre otros autores clásicos, llegaron a afirmar que el contenido de las obras de los poetas no era una mera invención de la mente humana, sino que había fluido a través de sus bocas gracias un poder superior que les había inspirado la verdad sobre el universo. Desde el sano pensamiento escéptico con un cuarto de kilo de nihilismo que, en mi opinión, debería tener todo ser humano con dos dedos de frente, esta idea resulta totalmente descabellada. Sin embargo, si cerramos los ojos por un momento e imaginamos que los dioses del Olimpo y los caballeros Jedi llegaron a existir en realidad, el hecho de que tanto Virgilio como el maestro Yoda hablaran de la Fuerza apunta a que, sin lugar a dudas, ésta también fluye a través de nosotros en nuestra propia galaxia. Y eso mola.


El maestro Yoda durante su exilio 
y últimos años de vida en los pantanos 
de Dagobah, componiendo mentalmente 
los hexámetros dactílicos del poema 
de la Eneida.


miércoles, 26 de febrero de 2014

Os damos la bienvenida

Bienvenidas sean todas aquellas personas que lleguen a este recién nacido blog.

 Aquí podréis encontrar entradas de todo tipo, desde historia antigua, hasta biología, pasando por cine, videojuegos, etc. Intentaremos entretener, ser divertidos, hacer de este pequeño oasis en el inmenso desierto que es internet, algo participativo e interactivo. De vez en cuando, contaremos con diversas colaboraciones de gente que aportará sus conocimientos sobre distintas materias, y no faltará un toque de humor, que para eso es la sal de la vida.

Como los autores Blogzilla no somos profesionales del mundo de la informática ni del diseño gráfico, no podremos ofrecer un producto estéticamente perfecto, pero esperamos que nuestros contenidos sean lo suficientemente llamativos, para que esta sencilla apariencia no afecte en gran medida a su calidad.



Muchas gracias por leernos, esperamos que nos visites de vez en cuando, y que comentes, y des tu opinión sobre los artículos que aquí se expondrán.