lunes, 3 de marzo de 2014

Una cuestión de justicia

Si mencionamos el descubrimiento de la estructura de la molécula de ADN es posible que se nos vengan unos cuantos nombres a la cabeza, como los de Watson y Crick, incluso tengamos un vago recuerdo de Wilkins, pues fueron éstos científicos los que recibieron el premio nobel, por su publicación científica del año 1953 en la que desentrañaban la ''doble hélice''.

El trabajo, sobre todo el de Watson y Crick, está fuera de toda duda, ya que de un cúmulo de información desorganizada, y valiéndose de recortes de metal y cartón, pudieron construir un modelo estructural a escala de la molécula de ADN que convenció a la comunidad científica internacional, y que posibilitó que hoy en día contemos con los avances en biología molecular, de los que disponemos (PCR, OSNA, EGFR, determinación HPV...).


Si bien podemos reconocer a éstos dos científicos como parte muy importante del avance científico de mediados del siglo XX, es de justicia recordar que el papel de Wilkins en todo esto no está claro, pues son muchos los que piensan que se valió del trabajo de un colega de profesión que la historia dejó de lado. Esta persona era Rosalind Franklin, la maravillosa científica que dio la clave para descubrir, que definitivamente, la estructura del ADN estaba compuesta de una doble hélice de nucleótidos, dispuestos con las bases nitrogenadas hacia el interior de la misma, y de manera antiparalela. Fue ella, la que gracias a su gran conocimiento en el mundo de la cristalografía, los rayos X y una revolucionaria técnica, tomó la imagen que quedaría para la posteridad, del patrón ''en cruz'', que hizo pensar a Watson en la doble hélice. 

Fotografía del patrón en cruz, tomada por Rosalind Franklin

¿Y cómo llegó esta fotografía hasta Watson y Crick?, pues fácil, según las malas lenguas, de la mano de Wilkins, un envidioso compañero de laboratorio, que no soportaba que una mujer lo hubiera superado en el campo de la ciencia, y que habría robado esta fotografía de su despacho, luego habría acordado con Watson y Crick, que se le tuviera en cuenta como parte de la investigación, lo que posibilitó que éste ganara el nobel junto con los otros dos. Estamos hablando de los años 50, donde el papel de la mujer era poco más, que el de ser una buena esposa y una abnegada ama de cría. El mundo machista de esta época no estaba preparado para que una mente como la de Rosalind se albergara en un cuerpo femenino, y por eso, es difícil encontrar su nombre en los libros de texto, como el de otras tantas mujeres que fueron despojadas del reconocimiento propio a su talento por culpa de la envidia y el yugo hegemónico del hombre.

Rosalind Franklin moriría en 1958, de cáncer, muy probablemente causado por las radiaciones, ya que estaba expuesta con mucha frecuencia a éstas en sus investigaciones. Dejó este mundo sola y sin ningún tipo de reconocimiento por parte de la comunidad científica, y es por eso, que hoy desde aquí queremos recordarla, por ser una de las mentes que más han contribuido a que la medicina moderna sea lo que es hoy en día.

Rosalind Franklin observando al microscopio

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