Si mencionamos el descubrimiento de la estructura de la
molécula de ADN es posible que se nos vengan unos cuantos nombres a la cabeza,
como los de Watson y Crick, incluso tengamos un vago recuerdo de Wilkins, pues
fueron éstos científicos los que recibieron el premio nobel, por su publicación
científica del año 1953 en la que desentrañaban la ''doble hélice''.
El trabajo, sobre todo el de Watson y Crick, está fuera de
toda duda, ya que de un cúmulo de información desorganizada, y valiéndose de
recortes de metal y cartón, pudieron construir un modelo estructural a escala
de la molécula de ADN que convenció a la comunidad científica internacional, y
que posibilitó que hoy en día contemos con los avances en biología molecular,
de los que disponemos (PCR, OSNA, EGFR, determinación HPV...).
Si bien podemos reconocer a éstos dos científicos como parte
muy importante del avance científico de mediados del siglo XX, es de justicia
recordar que el papel de Wilkins en todo esto no está claro, pues son muchos
los que piensan que se valió del trabajo de un colega de profesión que la
historia dejó de lado. Esta persona era Rosalind Franklin, la maravillosa
científica que dio la clave para descubrir, que definitivamente, la estructura
del ADN estaba compuesta de una doble hélice de nucleótidos, dispuestos con las
bases nitrogenadas hacia el interior de la misma, y de manera antiparalela. Fue
ella, la que gracias a su gran conocimiento en el mundo de la cristalografía,
los rayos X y una revolucionaria técnica, tomó la imagen que quedaría para la
posteridad, del patrón ''en cruz'', que hizo pensar a Watson en la doble
hélice.
Fotografía del patrón en cruz, tomada por Rosalind Franklin |
¿Y cómo llegó esta fotografía hasta Watson y Crick?, pues
fácil, según las malas lenguas, de la mano de Wilkins, un envidioso compañero
de laboratorio, que no soportaba que una mujer lo hubiera superado en el campo
de la ciencia, y que habría robado esta fotografía de su despacho, luego habría
acordado con Watson y Crick, que se le tuviera en cuenta como parte de la
investigación, lo que posibilitó que éste ganara el nobel junto con los otros
dos. Estamos hablando de los años 50, donde el papel de la mujer era poco más,
que el de ser una buena esposa y una abnegada ama de cría. El mundo machista de
esta época no estaba preparado para que una mente como la de Rosalind se
albergara en un cuerpo femenino, y por eso, es difícil encontrar su nombre en
los libros de texto, como el de otras tantas mujeres que
fueron despojadas del reconocimiento propio a su talento por culpa de la
envidia y el yugo hegemónico del hombre.
Rosalind Franklin moriría en 1958, de cáncer, muy
probablemente causado por las radiaciones, ya que estaba expuesta con mucha
frecuencia a éstas en sus investigaciones. Dejó este mundo sola y sin ningún
tipo de reconocimiento por parte de la comunidad científica, y es por eso, que
hoy desde aquí queremos recordarla, por ser una de las mentes que más han
contribuido a que la medicina moderna sea lo que es hoy en día.
Rosalind Franklin observando al microscopio |
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