jueves, 6 de marzo de 2014

Espada y brujería: Conan el cimmerio

Lo primero en lo que uno piensa al oír el nombre de Conan el bárbaro es un Arnold Schwarzenegger hipermusculado, en taparrabos y con la asombrosa habilidad interpretativa de un boniato. Sin embargo, ni Conan, el bárbaro (1982) ni su secuela, Conan, el destructor (1984), surgieron de la mente de un guionista de Hollywood a partir de la nada. En realidad, las oscuras y mugrientas películas de los ochenta, a pesar del encanto que las caracteriza, son una cuestionable adaptación de los relatos de aventuras del escritor estadounidense Robert Ervin Howard. 

Póster de Conan, el bárbaro, 
dirigida por John Milius.

Robert E. Howard llegó a publicar infinidad de relatos sobre Conan en la década de los años treinta del siglo pasado. Todos ellos pertenecen al género de la espada y brujería, un subgénero de la fantasía épica que hunde sus raíces en multitud de otros géneros literarios pero que, no obstante, es muy fácil de identificar: si una historia gira en torno a un estoico guerrero que se enfrenta a un hechicero malvado o busca un antiguo tesoro maldito en un mundo oscuro y primitivo plagado de horrendos monstruos, siniestras deidades y atractivas doncellas semidesnudas, entonces, probablemente, se trata de una historia de espada y brujería. Robert E. Howard fue uno de los padres de este género. Publicó sus relatos en revistas pulp como Strange Tales of Mystery and Terror Weird Tales, las cuales no sólo narraban historias de fantasía heroica, sino también de terror, ciencia ficción, western y todos los géneros que un ser humano digno y respetable disfruta. El propio George Lucas, creador de Star Wars e Indiana Jones, leía historias pulp de todo tipo, incluyendo, por supuesto, las de ciencia ficción.

Conan, el bárbaro. En los relatos, Conan 
posee una melena leonada de intenso color negro 
y ojos azules.

El Conan original era, como su homólogo cinematográfico, un bárbaro gigantesco cuyas aficiones eran, principalmente, amar a hermosas mujeres, repartir leña a sus enemigos en mitad del campo de batalla y adentrarse en tenebrosas mazmorras repletas de monstruos con la misma tranquilidad de aquel que sale a comprar el pan todos los días. Sin embargo, a diferencia del personaje interpretado por el "actor" austriaco, el Conan de los relatos originales poseía una personalidad muy marcada, reflejo sin duda de las aspiraciones del propio Robert E. Howard, un hombre de acción y poeta al mismo tiempo. En sus relatos, Conan el bárbaro es un hombre de mirada torva y salvaje que no dudaría en destripar a alguien con sus manos desnudas si lo juzgara necesario. Incluso disfrutaría con ello. Sin embargo, Conan posee también una profunda inclinación hacia la reflexión y la melancolía, además de una inteligencia y astucia propias del mismo Ulises. Pero lo que hace de Conan un personaje verdaderamente especial es que se trata de una suerte de superhombre nietzscheano en sandalias: sabe mejor que nadie que no existe propósito alguno en la vida, que los hombres están condenados a una existencia corta y desprovista de sentido, y por ello se lanza a la aventura sin nada que perder, consciente de que vivir o morir, al final, no importan. En palabras del propio Conan: 
«Viviré mientras viva; conoceré los ricos jugos de la carne roja y el punzante vino en mi paladar, el abrazo cálido de níveos brazos, la loca exaltación de la batalla cuando las hojas azuladas de las espadas centellean tiñéndose de carmesí, y estoy contento. Que maestros y filósofos pierdan el tiempo discutiendo los secretos de la realidad y la ilusión. Yo sólo sé una cosa: si la vida es una ilusión, yo lo soy también, y siendo así, entonces la ilusión es real para mí. Vivo, ardo con vida, amo y mato, y estoy contento.»
Además de este tipo de reflexiones, sombrías y esperanzadoras al mismo tiempo, los relatos de Conan contienen, como hemos dicho, elementos de fantasía como bestias imaginarias, magia y hechiceros y tesoros legendarios enterrados en lúgubres criptas. Sin embargo, la fantasía de Conan se encuentra muy lejos del aburrido pastiche de elfos, enanos y dragones que hoy en día infesta la literatura fantástica a imitación, triste imitación en mi opinión, de "El Señor de los Anillos" de J. R. R. Tolkien. Por el contrario, el mundo de Conan es un mundo de una frescura y originalidad increíbles, construido con paciencia por el propio Robert E. Howard a partir de retazos de historia antigua y medieval, mitos y leyendas de todo tipo. Conan no vivió, por tanto, en mundo de fantasía genérico y trillado, medieval y anglosajón, sino que habitó en nuestro propio mundo en una era ya olvidada enmarcada entre el hundimiento de la Atlántida y la expansión de los pueblos indoeuropeos: la era Hiboria, dotada de una profundidad y un realismo sorprendentemente originales.
«Sabe, oh príncipe, que, entre los años del hundimiento de la Atlántida y las resplandecientes ciudades bajo los océanos y los de la aparición de los hijos de Aryas, hubo una edad olvidada en la que el mundo estaba cubierto de brillantes reinos como mantos azules bajo las estrellas [...] Y allí llegó Conan, el cimmerio; cabello negro, adustos ojos, espada en mano; ladrón, saqueador, asesino de gigantesca melancolía y gigantesco júbilo; para pisar los tronos enjoyados de la Tierra con sus sandalias.»
Como decía, es muy fácil inventarse un mundo de marca blanca, situado Dios sabe dónde en el universo de la fantasía, y poblarlo con personajes de nombres aleatorios que intentan sonar a algo "épico". Pero Robert E. Howard no cayó en ese error. En sus relatos, expandió la historia de la humanidad unos cuantos milenios hacia el pasado, ideando fabulosos reinos y ciudades sobre cuyas cenizas se erigirían, más tarde, las primeras ciudades de Egipto, Mesopotamia y Grecia. Howard jugaba así con la realidad y la ficción, logrando que, en sus relatos, el mundo real no fuera sino una consecuencia, digamos arbitraria, de la verdadera realidad: la antigua edad Hiboria. Así, en el universo de Conan el bárbaro, los antiguos egipcios fueron los descendientes de los siniestros estigios de la edad Hiboria; los romanos habrían de compartir la misma gloria imperial que el poderoso reino de Aquilonia; los celtas, a su vez, descenderían de los salvajes cimmerios, con los cuales se identificaba el propio Howard, de ascendencia irlandesa; mientras que acadios, babilonios, hebreos y árabes serían los sucesores de los antiguos reyes hiborios de las praderas de Shem. 

Mapa del continente hiborio, superpuesto a la geografía 
actual de Europa y parte de África y Asia. Cuando los 
mares se adentraron en la tierra y nuevos territorios 
emergieron del océano, nació nuestro mundo. 

Robert E. Howard dio vida también a otros personajes como Solomon Kane, el adusto puritano inglés que combate la brujería con su espada, ya que no sólo escribió sobre fantasía heroica. Llegó a publicar historias de indios y vaqueros y sobre las aventuras del intrépido picto Bran Mak Morn, un guerrero escocés que combatió a los romanos como una especie de Astérix serio y sangriento. Escribió también historias sobre guerras y asedios medievales y viajes fabulosos, e incluso sobre célebres boxeadores, ya que el boxeo era una de sus principales aficiones. Porque Howard era escritor y poeta, pero eso no le impedía mantenerse en una forma física excepcional y disfrutar del combate cuerpo a cuerpo al estilo de autores clásicos como Esquilo, dramaturgo y soldado al mismo tiempo, quien compuso sus tragedias tras machacar sin piedad a unos cuantos cientos de persas apuntándose a las batallas más importantes de las guerras médicas. Lo que une todas las historias de Howard es una exótico contexto histórico y valores caballerescos como el arrojo en el campo de batalla y el desprecio a la muerte, la nobleza de espíritu, el valor y el amor por la belleza. Pero una de las características más destacables de los relatos de Howard y, en concreto, de Conan el bárbaro, es ese aura de inquietante terror cósmico que salpica casi todos sus relatos, presente también en la obra de sus dos grandes amigos: Howard Phillips Lovecraft y Clark Ashton Smith. Cualquiera que haya leído algo de estos autores habrá deducido que, a diferencia del común de los mortales, éstos albergaban en su mente un sinfín de turbadoras ideas sobre malignos y gigantescos dioses del espacio exterior, ciudades levantadas en el pasado por manos no humanas y entidades de apariencia y naturalezas incomprensibles para el hombre. No podía salir de sus plumas, por lo tanto, nada demasiado ingenuo ni aburrido, sino todo lo contrario: un vendaval de monstruos, oscuros rituales y divinidades infernales, que precisamente constituían la esencia de los relatos de Conan.

Conan en el cómic. Por Tomas Giorello. 
Las adaptaciones al cómic suelen ser más 
fieles a la obra original por regla general. En esta 
imagen, el autor ilustra el poema "Cimmeria" 
compuesto por el propio Robert E. Howard.

En su Texas natal, Howard había vivido siempre inmerso en un asfixiante aislamiento social y cultural. Cuando el 11 de junio de 1936 su madre, enferma de tuberculosis, entró en coma, el autor de Conan decidió quitarse la vida. Desde el punto de vista de muchos críticos, fue uno de los escritores de fantasía y ficción histórica más relevantes de nuestra época. Hoy en día, existen películas, series de televisión, videojuegos, comics, figuras coleccionables y juegos de mesa sobre sus personajes. Sin embargo, Howard murió en soledad y abrumado por los problemas económicos propios de un escritor de un género que no sería tomado en serio hasta nuestros días. Como el propio Howard dijo a través de Conan: «En este mundo, los hombres se esfuerzan y sufren en vano [...] Al morir, sus almas se adentran en un reino brumoso y gris de nubes y vientos gélidos, para errar sin esperanza por toda la eternidad.» Desde aquí, animo a todo aquel que esté interesado en el mundo de la fantasía y la historia a que lea sus relatos como homenaje póstumo a este gran escritor, para que al menos su obra no se pierda en las brumas del olvido. 

Los relatos de Conan no guardan orden alguno, ya que Howard los escribió como si el propio Conan hubiera contado sus memorias a un cronista en distintas ocasiones y de manera desordenada. Yo sugiero comenzar por los seis primeros y dejar La hora del dragón para el final:
  • El fénix en la espada.
  • La Torre del Elefante.
  • La reina de la Costa Negra (mi preferido).
  • La hija del gigante helado.
  • El coloso negro.
  • El dios del cuenco.
  • La ciudadela escarlata.
  • Sombras de hierro a la luz de la luna.
  • Xuthal del crepúsculo.
  • El estanque del negro.
  • Villanos en la casa.
  • El diablo de hierro.
  • El valle de las mujeres perdidas.
  • El pueblo del Círculo Negro.
  • Nacerá una bruja.
  • El negro desconocido.
  • Los sirvientes de Bit-Yakin.
  • Más allá del río Negro.
  • Los antropófagos de Zamboula.
  • Clavos rojos.
  • La hora del dragón. La única novela de Conan escrita por Robert E. Howard. La historia más grande del personaje, un final espectacular para sus aventuras.

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